BLANCALUNA (Whitemoon)
Aquella tarde tuve la sensación de que al igual que la había reencontrado, la perdería. - Hace muchos, muchos, muchos años, le pregunté que si quería ser mi “Chica”.: Me dijo que no. Hace muy pocos meses le pregunté que si quería ser mi “Chica”.: Me dijo que sí. No sé por qué lo hice pero un impulso en mi interior me arrancó las palabras, quizá un sentimiento incontrolado. Tampoco sé por qué ella aceptó. ¿A què estábamos jugando…? ¿A ser de nuevo adolescentes cuando nuestras vidas han surcado ya el medio siglo…? ¿A vivir en un mundo de fantasía cuando la realidad nos atenaza…? No lo sé.
Por la mañana habíamos paseado y comido juntos. Ella estaba especialmente guapa y elegante. Lo pasamos bien. Reímos y hablamos mucho, como siempre que nos juntamos. Nos gustan los juegos, las intrigas, las preguntas… Y nos reímos de todo, incluso de nosotros mismos; inventamos situaciones surrealistas y carcajeamos hasta el dolor. Y siempre, dejamos un minuto para el sentir. Así y todo la noté algo nerviosa, intranquila; como si aún estando conmigo su mente estuviera en otros menesteres. Tampoco yo me sentía en calma. - Esa tarde mi Chica había quedado con un antiguo novio con el que salió hacía más de tres décadas, y ahora habían contactado de nuevo.
Intenté echar un rato la siesta para perder el tiempo y así hacer más corto lo que quedaba del día. - Le había hecho prometer a mi Chica que cuando se despidieran me llamaría para vernos fuera la hora que fuera.- Pero los minutos se me hacían eternos y los pensamientos dolosos. Sin poder descansar decidí salir a pasear, y lo hice inconscientemente por los sitios que frecuentaba con ella. Quizá estaba diciendo adiós a un montón de cosas sin saberlo. O quizá me fortalecía en nuestros lugares confiando en la lealtad de mi chica. Sabía a la hora que habían quedado y calculé que al menos hasta la media noche no la volvería a ver. - Seguro que no se olvidaría de nuestra hora bruja.- Así que busque entretenimiento y me fui a ver una procesión que en esos momentos, ya oscurecido el lluvioso día, asomaba por la esquina del parque. Desde siempre, el ambiente religioso; los tambores, trompetas y pífanos propios de las bandas de música de Semana Santa junto con el olor a incienso, el resplandor humeante de los cirios y la majestuosidad de los tronos e imágenes; me han puesto los “pelos de gallina”. Ella siempre me decía que cuando quisiera verla estando lejos mirara la Luna. Y justo cuando un Cristo pasaba frente a mí, alcé la vista al cielo y pude ver como una nube velaba la circunferencia lunar haciéndola casi imperceptible. Hice una mueca de disgusto y continué viendo procesionar capuchinos. Hubo un momento en que note un escalofrío subir por todo mi cuerpo al mismo tiempo que se me helaban los pies. Aguanté un rato más junto a unos señores muy religiosos que se persignaban continuamente. Empecé a tener frío. Miré hacia abajo y me di cuenta que estaba en medio de un charco… ¡Maldición! - Yo con los pies mojados y mi Luna nublada.
No estaba preocupado; bueno, por ella sí. Me preocupa que alguien sin escrúpulos y aprovechando las circunstancias le pueda hacer daño a mi Chica. - Tampoco estaba celoso. No tenía motivos, y a veces pienso que ni siquiera derecho. - Y por supuesto, no me sentía rivalizado... Pero si me asaltaban algunas dudas: ¿Aquella cita había surgido por casualidad...? ¿Qué intenciones escondía...? ¿Era solo curiosidad...? o quizá quedaba una llamita encendida que nunca se apagó. Dicen que el primer amor nunca se olvida... Tristemente para mí, yo ni siquiera recuerdo quien fue mi primer amor. - Por otro lado, y por algunas conversaciones previas que ella me contó que mantuvieron, no me gustó la actitud de este sujeto. Qué pretendía: ¿Recuperar a su antigua novia...? ¿Tener una aventura...? ¿Una amante...? Y ella: ¿Qué sentimientos albergaba...? Todas estas cosas son las que me tenían turbado y meditabundo.
De repente recibí un mensaje en mi móvil que decía: Misión cumplida, puedes pasar a por mí cuando quieras. En ese mismo instante el reloj del Ayuntamiento comenzó a tañer sus campanas detrás de mí. Me giré y miré sus enormes agujas que marcaban las nueve de la noche. Sorprendido por la prontitud se me escapó en voz alta un: ¡¡Bien por mi Chica!! Justo en el momento en que por delante de la multitud que contemplábamos la procesión arrancaba a hombros de los costaleros la imagen de una Virgen. Algunos de los presentes emocionados por la atmósfera pasional gritaron en respuesta: ¡¡Bien!! - Para no ser irreverente, esperé unos minutos a que terminara la comitiva y me fui eufórico en busca del coche.
Al volante y con mi Chica a mi lado dimos un paseo por la ciudad mientras ella me contaba con todo lujo los detalles de la entrevista disipando todas mis dudas. Llegamos a uno de nuestros lugares favoritos y, como de costumbre, con el coche aparcado de cara al mar apagué el motor, me giré y mirándola a sus brillantes ojos de gata comencé a contarle en que había dedicado la tarde. Ella a veces reía y a veces me regalaba una mirada de ternura. Le dije que la había buscado en la Luna pero que se me había nublado y que me había entristecido mucho, como si se tratara de un mal presagio. Ella me dijo: ¿La has visto ahora...? Le contesté que no. Y me respondió: Pues mírala. - Salí del coche levanté la mirada y allí estaba: Una preciosa, deslumbrante y despajada Luna que iluminaba mi cara con su blancura.
Volví a entrar en mi vehículo. Mi preciosa acompañante me cogió de las manos, me atrajo con fuerza y me susurró al oído: Te quiero... - A mi chica, por razones que solo nos incumbe a los dos, no le gusta que le diga que la quiero; así que rozando sus mejillas con mis labios le conteste: Yo no... Yo te amo...
Luego, concluido el tema y despejadas toda clase de dudas por las dos partes, volvimos a ser nosotros mismo. Pero hay algo que sentí que resume este relato al mismo tiempo que lo aclara: Supe que nuestra relación o como queramos llamarlo no es un juego y que ninguno está jugando a nada y menos el uno con el otro - Si así fuera sería un juego macabro e imperdonable, y esto no coincide con nuestra forma de ser y sentir - Entendí que aunque no tengo ningún derecho sobre mi chica, ella me valora y me respeta. Que sus sentimientos son ciertos y verdaderos, esos sentimientos que ella trataba de explicarme una y otra vez y yo por cuestiones de distinta índole no llegaba a entender. Me di cuenta que su primer amor fui yo. Y ahora soy yo quien trata de explicarle mis sentimientos.
La noche en cuestión, como decía antes, volvimos a ser nosotros mismo: reímos, hablamos, sentimos y nos amamos. Hubo un momento en que me quede callado largo tiempo. Me preguntó: ¿Que piensas...? No estaba pensando nada, solo estaba buscando una palabra que reflejara mi felicidad con ella, mi sentimiento hacia ella, mi yo con ella. Había viajado a su interior y me encontré a mí. Y miro en mi interior y la veo a ella. Y quería expresarle todo este sentimiento para que lo comprendiera pero no encontré la palabra adecuada. Se lo dije, y le prometí que si revisando el diccionario no encontraba ningún vocablo apropiado me lo inventaría.: “White moon” = Blanca Luna.
Blancaluna no es ella. Blancaluna no soy yo. Blancaluna es un sentimiento. Un sentimiento de amor sincero, transparente, limpio, mutuo. Un sentimiento basado en el respeto y la compresión. Un sentimiento que nos retrotrae a la juventud con la serenidad y juicio de la madurez. Un sentimiento sin perjuicio ajeno. Blancaluna no es ella. Blancaluna no soy yo. Blancaluna son sus sentimientos trenzados con los míos. Blancaluna somos los dos. - Te amo “Whitemoon”